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LA CIUDADANIA ES UNA TAREA

La  crisis  política, social y también económica en la que España está inmersa desde hace mucho tiempo,, deviene de una multitud de causas complejas que no vamos a analizar en 500 palabras, pero creo yo que la principal de ellas, y la que impide que se puedan adoptar  el repertorio de soluciones que se presentan como las más adecuadas para salir de este agujero negro, y de la repetición permanente de los mismos errores, es la incapacidad de nuestra clase política para dejar de ser parte de los problemas, y convertirse en impulsora de las soluciones. Lo que equivale a decir que los dirigentes políticos que nos gobiernan, dejen de considerar que el objetivo último de la política es alcanzar el poder o conservarlo, sino crear espacios de entendimientos para construir el repertorio de soluciones eficaces y viables a los problemas de nuestro tiempo.

Esa incapacidad de los viejos partidos, se repite absolutamente en aquellos nuevos como Podemos o Ciudadanos, que si bien en un principio aparecieron como alternativos, pronto fueron abducidos por las mismas formas de ejercer la política, acentuando, incluso, sus rasgos peores, como son el sectarismo y el caudillismo interno, así como la intolerancia frente a cualquier disidencia, y la homologación de la mentira como un componente normalizado del discurso político.

La crisis del 2007 no fue solo una crisis financiera; fue también una crisis ética que, a su vez, arrastró a la quiebra al sistema financiero, y cuyas consecuencias la pagaron los más débiles. Los Estados fueron ocupados por el poder del dinero; porque la moral fue suspendida en el ejercicio de lo público, y las instituciones políticas dejaron de ejercer la representación y defensa de los intereses colectivos de la nación, porque se convirtieron en plataformas desde las cuales la corrupción fue implantando su hegemonía hasta dejar de ser una excepcionalidad en el normal desarrollo de las cosas, para ser la forma habitual de su funcionamiento.  “Lo normal era pagar” repiten los empresarios que acuden a las licitaciones públicas. ¿Lo es aún?  Por supuesto que sí

Sin embargo, no está escrito en ningún sitio que estemos ante la decadencia definitiva del ideal democrático, ni que sea imposible que las crisis, las viejas y las nuevas, no puedan resultar provocativas de un conjunto de reformas que devuelvan el sentido ético y participativo que debe tener la democracia. El billete americano lleva impresa la frase “In God We Trust” “creemos en Dios”. Es cierto que el dinero parece un lugar muy extraño para hablar de Dios, pero ese hecho tiene una significación muy profunda, pues quiere simbolizar que es compatible el desarrollo material con el mantenimiento de los valores espirituales. Y aunque la crisis del 2007, que explosionó en Wall Street, demostró que eso no ha sido posible, la frase sigue estando en ese billete y es imprescindible que sea así

Tenemos que entender que una cosa es la democracia como tarea siempre inconclusa, y otra es la gestión de las dirigencias políticas de cada momento. Y que no son los malos políticos el mayor peligro para el sistema constitucional, sino el hecho de que los ciudadanos se resignen a ser meros consumidores con derecho al voto, en lugar de ser hombres y mujeres libres que piensan, que asumen la responsabilidad de hacerse cargo de ellos mismos, y la de participar en los proyectos colectivos como agentes democráticos. Personas que entienden que la democracia es algo más que exigir al Estado el despliegue de una compilación de derechos a cambio de la resignación.

Los que consideran que la democracia consiste en que el Estado les garantice que todas sus necesidades estén cubiertas,  y que ellos ponen el voto a cambio, son, en gran parte, los responsables de que la pobreza o las carencias de amplios sectores sociales, se hayan convertido en un recurso político en manos de aquellos que nos hablan constantemente en nombre de los más pobres o vulnerables, pero que en el fondo  no están interesados en el desarrollo de soluciones definitivas, sino en la aplicación  permanente de políticas asistenciales que mantenga la dependencia y el clientelismo.

Hace falta que los dispuestos al compromiso, lleguemos a reunir más fuerzas y más afán resolutivo,  que  aquellos otros que consideran  que para ser libre  basta con poder ir todos los fines de semana a comprar a un centro comercial. Porque ser ciudadano no es un derecho, es una tarea.

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